Homilía del Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, Año A

 Aquí Estoy Señor, para hacer Tu Voluntad

Lecturas: 1ra: Is 49:3. 5-6; Sal: 39; 2da: I Cor 1:1-3; Ev: Jn 1:29-34

Esta breve reflexión fue escrita por el Padre Canice Chukwuemeka Njoku, C.S.Sp. Es un sacerdote católico y  miembro de la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos). Es un misionero en Puerto Rico. Es el Párroco de la Parroquia la Resurrección del Señor, Canóvanas y el Superior Mayor la Congregación del Espíritu Santo (Espirítanos), Circunscripción de Puerto Rico y Republica Dominicana. El Padre Canice es miembro de la academia de homilética (Academy of Homiletics). Para más detalles y comentarios se puede contactarlo al: canice_c_njoku@yahoo.com, cancilleriadfh@gmail.com, canicechukwuemeka@gmail.com. 

(https://orcid.org/0000-0002-8452-8392)

Hoy es el segundo domingo del tiempo ordinario, año A. Este domingo, la Iglesia nos presenta a través de la visión profética de Isaías y Juan el Bautista, el: “Agnus Dei qui tollit peccata mundi (cordero de Dios que quita el pecado del mundo).” Una lección muy notable que la iglesia quiere nos aprendemos de las lecturas y la reflexión de este domingo es que, el cordero de Dios fue más que un “mero siervo.” Él es un hijo obediente, que cumplió la voluntad de su padre.


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En la primera lectura de Isaías, Dios honró a su siervo y selló este honor con una promesa y misión: “Voy a hacer le una luz a las naciones.” El propósito de esta promesa es: “Para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra!” Hay tres supuestos básicos acerca de esta promesa y misión de Dios a su siervo. La primera es que, su servidor es digno de confianza. En segundo lugar, él ha aceptado el mensaje y la salvación de Dios. En tercer lugar, este siervo no mantendrá esta salvación a sí mismo. Más bien, él lo llevará a los demás.

En la segunda lectura, Pablo afirma su llamado a ser apóstol. Igualmente demuestra que obedientemente hizo la voluntad de Dios. También, destaca otro elemento muy importante de hacer la voluntad de Dios. Es decir, vivir una vida santa. Una de las mayores misiones confiadas a nosotros en la tierra es vivir una vida santa. Al hacerlo, hablamos más volúmenes que estamos llamados a evangelizar. Es la voluntad de Dios para que seamos santos porque él nos dice: “Sean santos, porque, Yo el Señor su Dios soy santo” (1Pt 1, 13-16).

 En el Evangelio de hoy, San Juan Bautista identifica y presenta vívidamente el salvador al mundo. Por este acto, Juan ha completado su misión y la voluntad de Dios. Es por ello que él fue llamado a ser un profeta. Él obedientemente ha cumplido a su misión. Por lo tanto, Juan es un perfecto ejemplo para nosotros de cómo debemos cumplir nuestra misión y la voluntad de Dios para nosotros. Todos tenemos que hacer es aceptarla, y el Espíritu Santo confirmará nuestros esfuerzos.


Cuando Jesús apareció, ¿por qué la gente no lo reconoció, eran físicamente ciegos? ¡No! Por el contrario, sufrieron de “ceguera espiritual”. Esto les impedía reconocer al Salvador que se han esperado tanto tiempo para recibir. Llevó la combinación de un profeta ungido y el testimonio del Espíritu Santo para identificar a Jesús. La única diferencia que la presencia de Jesucristo hará en la vida de los ciegos espiritualmente es nuestro testimonio. Por lo tanto, es nuestra misión presentar Cristo a otros como Juan lo hizo: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Tanto Cristo como Juan el Bautista han cumplido sus funciones en cuanto se refiere a hacer la voluntad de Dios. Por lo tanto, es nuestro deber continuar esa misma misión.

Por último, para que hagamos la voluntad de Dios perfectamente, tenemos que estar en sintonía con el Espíritu Santo. Dios nos dará la gracia que necesitamos para hacer su voluntad. El Espíritu Santo proporcionará el poder y la fuerza que necesitamos para cumplir a nuestra misión. Si permanecemos dóciles al Espíritu Santo como Juan el Bautista, él nos mostrará todo lo que necesitamos saber. Él nos enseñará la mejor manera de llevar a cabo nuestra misión. Hermanos, digamos con el salmista: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”.

¡La paz sea con ustedes!

¡Maranatha!

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